miércoles, 15 de agosto de 2007

Dilema de la Mosca

Iba una mosca volando por el campo, justo cuando siente un intenso aroma a pastel de papa.

- Mi plato predilecto – pensó la mosca, dirigiendo su vuelo hacia una típica casa colonial chilena, en donde pretendía posar sus peludas patas sobre aquel apetecido manjar.

Ya estando a tan sólo unos pocos centímetros, repentinamente un enorme trapo roza una de sus alas a la velocidad de la luz, creando un tormentoso chiflón que la arroja encima de la mesa de la cocina. La pobre mosca rodó, golpeando su diminuto cuerpecito contra un salero, quedando casi inconciente. Después de unos segundos alcanza a reaccionar del brutal aterrizaje. Luego levanta la vista y alcanza a divisar un gigantesco monstruo humano.

- ¡Mi pastel, mi pastel! – gritaba la dueña de casa (y del pastel), mientras levantaba su pesando paño de platos para asestarle el golpe final a la pequeña mosca herida. En el preciso momento en que la señora tenía erguida su mano, el pequeño insecto reunió todas sus fuerzas, hinchó el pecho en un acto nunca antes visto en la naturaleza y vociferó desgarrando su trompita:

- ¡Detente, no me mates! – Lo que se suponía era un grito, más bien se escucho como un pitido.

Perpleja, la mujer que en su vida había oído hablar a una mosca, le respondió entre balbuceos:

- Perdón. No, no… no era mi intención, o quizás sí, pero no de la forma en que tu estas pensando – mientras decía esto, la mosca alza un sutil vuelo hasta la misma oreja de la mujer.

- Escúchame bien. – pidió con una voz ya más calmada – Matar es matar. No tomes mi vida, que es una de las cosas que más me gustan. Yo se que me entiendes. Quizás la vida sea una plaga que se esta tomando el planeta, pero al final pertenecemos a lo mismo, queriendo continuar con nuestras vidas – pronunció solemnemente el débil y maravilloso bicharraco.

- ¡Oh! Nunca pensé que las moscas fueran tan filosóficas. Cuando te vi cerca de mi pastel, intentando apoderarte de él, sólo atiné a pegarte. Debes entender también que lo he preparado para mi familia y tú no estabas dentro mis planes.

- Ya veo… nosotros las moscas no sabemos nada de este tipo de cosas, compartimos todas las comidas, con quien sea. Creo que ambos hemos aprendido algo hoy. Adiós, me marcho, que tengo muchas cosas que hacer. – se despidió y salio volando con una inusitada energía por la ventana. Entonces en una muestra de genuino cariño, la señora corta un trocito de su pastel y lo arroja por la misma ventana por donde había salido la mosca.
En el patio se pudo ver por unos instantes un grupito de moscas disfrutando el apetecido manjar, enfiestados celebrando el suculento regalo. Tragaban de lo lindo cuando de pronto aparece una ágil rata que toma el pedazo con su boca y sale corriendo. Sólo los que no tenían el estomago lleno de tanta comida pudieron perseguir al invitado sorpresa, que escapaba a mil por hora. Todas las moscas del patio reían, risas que contagiaron a la mujer, que también reía desde la cocina. A veces algo pequeño te puede hacer un gran día, pensó finalmente la bondadosa mujer.

Cuento dedicado a los pocos niños que conozco, y que me caen tan bien.
las maravillosas ilustraciones son de mi hermana Paulina.
las dos primeras: pasteles. la última: acuarela
Declaro oficialmente inaugurado mi blog. A celebrarlo!!!