martes, 25 de diciembre de 2007

Reflexión para fin de año

La principal carencia del mundo es el amor. Cómo no nos damos cuenta de ello. Yo sé que mucha gente lo sabe y lo siente, y cuando digo mucha gente es porque la verdad la veo a diario en mi vida cotidiana. Todos sufren esta carencia, pero elegimos parecer abundantes cuando en realidad lo único que realmente tenemos es una pequeña luz dentro del gran misterio de la vida. Si somos pobres, entonces comportémonos como tales. Que nuestros pasos sean humildes y respetuosos; nuestras palabras sean atentas y cristalinas; y nuestros pensamientos sean pacientes.

Me duele sentir que muchos conocen esta verdad, y creo que muchos otros la sienten. Si digo que siento pena, es porque también reconozco esta carencia en mi mismo. Amar resulta tan difícil, pareciera ser demasiado costoso sacrificarse por algo que ni siquiera es tangible. La ansiedad y el miedo se apoderan de los actos humanos, devoramos esta vida con un apetito incontrolable. A este ritmo es imposible vivir de una manera auténtica y conciente. Así nunca aprenderemos a amar, a alcanzar la sabiduría, ese aprender a encontrar en vez de buscar.

No puedo explicar muchas cosas que ocurren y he llegado a la conclusión de que tampoco es necesario. Las palabras, los pensamientos, las ideologías y las religiones son construcciones humanas amparadas por cierta lógica, las cuales son muy útiles, pero no son nada más que eso. A veces, incluso nublan aún más nuestras vidas, alejándonos de nosotros mismos para convertirnos en una prolongación de esas meras edificaciones.

Muchas veces he pensado que el mundo no tiene sentido, y es que de a poco me doy cuenta de que eso no es importante. Lentamente estoy aceptando e incorporándome a lo que soy capaz de asimilar, voy disfrutando lo que me rodea, voy amando lo bueno y lo malo; lo duro y lo blando; lo visible e invisible.

El mayor regalo que recibió la raza humana es el conocimiento de nuestra propia muerte. Eso lo cambió todo. Me gustaría que hiciéramos un esfuerzo por volver a descubrir semejante verdad, a ver si así podemos volver a cambiar algo más. Espero que podamos amar con ganas, como si nos fuéramos a morir. Me encantaría ver más caras felices a diario. Desde este asiento tras mi computador, yo te estoy deseando esa tranquilidad, espero la recibas donde estés.