jueves, 5 de marzo de 2009

Bienvenido sea el peligro!


Hace tiempo no escribia algo... lo que pasó es que no quisé seguir y decidí darle unas vacaciones al blog. Ahora vuelvo fresquito, se me viene un interesante año 2009 el cual estoy seguro estará lleno de diversas reflexiones que con gusto publicaré.

La primera es sobre el peligro. Recientemente en un viaje en bicicleta por la Patagonia chilena he descubierto el enorme placer inherente al sentirse amenazado por la lluvia, viento, hambre, cansancio, frío e incluso por algunos animales. Al principio viene el susto, a veces incluso miedo genuino, pero la sensación de sobrellevar estas dificultades (la mayoría imprevistas) de manera exitosa te hace de alguna manera recobrar la confianza en uno mismo, te hace sentir el poder que tiene tu cuerpo para ajustarse a las situaciones más complicadas, y lo moralizante que resulta conocer las fortalezas y debilidades de la propia mente ante situaciones de peligro. Al final uno resulta fortalecido y adquiere mayor carácter.

Después de sólo dos semanas me siento despierto y vivo, libre de represiones, sabiendo que lo único que necesite para sentirme cómodo fue algo de ropa, un poco de comida y agua. Contando con tan poco me fue posible sentirme profundamente feliz con cosas simples como un lindo paisaje. Fue posible darme cuenta que gran parte del mundo que construyo en mi cabeza no es necesario para sentirme bien, es tan sólo un exceso necesario, usadado como mecanismo de protección ante la compleja y agresiva sociedad urbana. Descubrir que mis pensamientos son para el viento, ha relajado las estructuras de mi mente. Pobre mente... tan temerosa y precavida, llena de preocupaciones y sueños, de espejismos, tan frágil e inocente, tan corrompida y corrupta. Y todo esto gracias al peligro, que ha desnudado mis motivaciones más básicas poniendome cara a cara con mi propio ser.

No vale la pena vivir sin correr riesgos, esto es, sin poder disfrutar las edificantes derrotas y las gloriosas victorias. Hay que vivir sin miedo, pues el único fin del camino es la muerte, el estado de liberación máxima de la cual nuestro instinto rehuye, pero al que irremediablemente llegaremos. Por esto no se puede temer a la muerte, porque nadie sabe como es... y temer a lo desconocido es simplemente no tener suficiente fe. Intentemos tampoco temerle al dolor, pues es simplemente pasajero, algo que nos recuerda y enseña que somos hijos de la tierra. A fin de cuentas, la estrategia se resume en intentar ser más libre. Liberarnos de las trabas que no aportan en darle significado a nuestra existencia, en este sentido, debieramos sumergirnos en aventuras que hagan sentir vivos, que nos muevan, que nos den escalofrios, que nos hagan gritar (figurativamente o no).

Me ha costado figurar esto. Mi mente es la que esta siempre despierta (o desvariando, depende como se mire), asimismo hago esfuerzo por acercarme a mis sentimientos y emociones, tratándolos de cultivar para dejarlos florecer como corresponde. Pero el asunto del cuerpo había permanecido como una sabiduría oculta por mucho tiempo, nunca terminé por entender por completo a que se referían los filósofos cuando se referían al cuerpo como parte del ser. Lo primero que uno tiende a imaginar es a alguien haciendo ejercicio o simplemente estando siempre ocupado, relacionándolo demasiado con el concepto de "cinético". Este asunto es una nueva veta para futuras sesiones de dialéctica, espero sacar conclusiones más claras a futuro, pues aún tengo ideas confusas sobre como asimila y responde mi cuerpo, y sobre como esto se relaciona con mi ser. Por ahora, reconozco la importancia de mi corporalidad y del significado de la misma, sólo hay que ponerla a prueba para empezar. No somos simples envases de carne con una vocecilla interior, somos mucho más que nuestros pensamientos, tanto más que me podriamos llegar a ser todo el universo. Correr más riesgos puede ser un buen comienzo.