miércoles, 3 de septiembre de 2008

Creo que se llama Pena

Aquella inexplicable sensasión invade mi estómago,
aquel antiguo y metamórfico sentimiento ha entrado sin permiso nuevamente,
sin credencial, sin recordar que sigue siendo y será una eterna forastera.

La conozco bien de tanto mirarla a los ojos,
pero aún sigo sin entender su misteriosa cepa,
merodea mis venas, eriza mi respiración,
humedece aún más mis palmas, me suaviza el habla,
y recorta mis ya tijereteados pensamientos.

En cambio ella, permanece tranquila e imperturbable,
mirándome fijo a la cara,
preguntándose qué me ocurre, y disfrutándolo al mismo tiempo,
esperando un momento menos interesante para retirarse.

Tanto la conozco, debo decir, que he amigado con ella,
numerosas infusiones hemos bebido sin consuelo,
y hemos compartido tantas sombras y tantas luces,
que ya no recuerdo los ropajes que la vestian cuando la conocí.

Ha envejecido conmigo contándome historias épicas
a veces intenta darme elegantes lecciones,
pero ya no la escucho, porque son puros cuentos para burgueses.
Y yo, debo recordarles que sólo aspiro a la tierra.

Aquí permanezco todavía, junto a ella,
emborrachándome con otro té,
esperando su impredecible y alegre partida...